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La Conciencia Personal, I Parte del Artículo: "La Diferenciación de las Conciencias"

Tenemos la vivencia de esta conciencia estrecha como buena y mala conciencia. Nos sentimos bien cuando tenemos buena conciencia y mal cuando tenemos mala conciencia. ¿Qué es lo que acontece cuando tenemos buena conciencia y qué cuando tenemos una mala conciencia? ¿Qué precede a la buena y a la mala conciencia para que sintamos buena o mala conciencia? 

Si observamos exactamente lo que ocurre cuando tenemos buena o mala conciencia podemos percibir que tenemos mala conciencia cuando pensamos, sentimos y hacemos algo que no está en sintonía con las expectativas y las exigencias de las personas y grupos a los cuales queremos pertenecer y a los que frecuentemente también necesitamos pertenecer. Eso significa que nuestra conciencia vela para que nos mantengamos conectados con esas personas y grupos. La conciencia percibe de inmediato si nuestros pensamientos, deseos y acciones ponen en peligro nuestro vínculo y nuestra pertenencia a esas personas y grupos. Cuando nuestra conciencia percibe que nos alejamos de esas personas y grupos a través de nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, ésta reacciona con un sentimiento de miedo a perder nuestro vínculo con estas personas y grupos. Sentimos ese miedo como mala conciencia. Inversamente, cuando pensamos, deseamos y actuamos de manera que nos movemos en sintonía con las expectativas y exigencias de esas personas y grupos, sentimos que pertenecemos y tenemos la certeza de que podemos pertenecer. 

El sentimiento de habernos asegurado nuestra pertenencia lo sentimos como bueno y benéfico. No necesitamos estar preocupados por que se interrumpa de pronto el contacto con esas personas y grupos y por experimentarnos solos y sin protección. Sentimos como buena conciencia el sentimiento seguro de poder pertenecer. La conciencia personal nos une, por lo tanto, a personas y grupos que son importantes para nuestro bienestar y nuestra vida. Entretanto, dado que esa conciencia nos une solamente a determinadas personas y grupos y simultáneamente excluye a otros, es una conciencia estrecha. Esta conciencia fue de suma importancia para nosotros cuando éramos niños. Los niños hacen cualquier cosa para pertenecer pues sin esa unión y sin ese derecho a pertenecer estarían perdidos. La conciencia personal asegura nuestra supervivencia junto a las personas y grupos que son importantes para nosotros. De ahí que su función sea, como no podría ser menos, muy apreciada. 

Vemos también la importancia que la conciencia personal ocupa en nuestra sociedad y en nuestra cultura. En el contexto de lo que es bueno o malo, podemos observar que las diferenciaciones que hacemos son diferenciaciones de esa conciencia. Estas diferenciaciones establecen en qué medida algo asegura nuestra pertenencia y en qué medida la pone en peligro. Aquello que asegura nuestra pertenencia lo vivimos como bueno. Lo vivimos como bueno a través de la buena conciencia sin que necesitemos reflexionar mucho acerca de si es realmente bueno cuando se observa más atentamente a cierta distancia, o si puede incluso ser malo para otra persona. Aquí lo que denominamos bueno es solamente sentido – sentido como algo bueno. Por lo tanto sentimos y defendemos lo bueno de modo irreflexivo, como algo bueno aunque al observador que está fuera de ese campo espiritual le parezca que es algo extraño, que pone en peligro la vida de muchos en lugar de colocarse a su servicio. Evidentemente, lo mismo es válido para lo malo. Además, sentimos lo malo con más fuerza que lo bueno, porque lo malo está unido con el miedo a perder nuestra pertenencia y al mismo tiempo nuestro derecho a vivir. La diferenciación entre lo bueno y lo malo sirve, por lo tanto, a la supervivencia dentro del propio grupo. Sirve a la supervivencia del individuo en su grupo.


La conciencia personal.

Los límites más estrechos en contra del amor son trazados por la conciencia personal. Pues las diferenciaciones que hacemos habitualmente entre el derecho a pertenecer o su pérdida son determinadas y aprobadas por esa conciencia.

Es evidente que esa diferenciación tiene un significado importante para nuestra supervivencia y no puede ser sustituida por nada dentro de determinados límites. Esa conciencia pone límites principalmente en los niños. En el caso de los niños la aplicación de las formas de pensamiento y comportamiento exigidas por esa conciencia es importante para su supervivencia, lo es incluso la desconfianza hacia aquellos que siguen otra conciencia personal, porque pertenecen a otro grupo, y que les lleva a rechazarlos y a luchar contra ellos.
Esa conciencia en forma de buena conciencia por un lado posibilita y asegura la supervivencia y por otro lado nos pone en peligro cuando nuestro grupo entra en conflicto con otros, estableciéndose disputas mortales entre ellos.

En la conciencia personal también está la necesidad de equilibrio. Esa necesidad es un movimiento de la conciencia, pues tenemos buena conciencia cuando devolvemos algo equivalente a aquello que nos dieron, de manera que exista un equilibrio entre el dar y el recibir. Tenemos también la misma buena conciencia cuando, no pudiendo devolver a aquellos que nos dieron algo equivalente a lo recibido, se lo transmitimos a otros.

Conforme a esto, tenemos mala conciencia cuando recibimos sin dar algo equivalente o cuando exigimos lo que no nos competen. En esto tiene también la conciencia personal una tarea fundamental al servicio de nuestras relaciones. Sí, esa necesidad es la que hace que esto sea posible. Esa necesidad también está al servicio de nuestra supervivencia pero sólo dentro de determinados límites.

Como mecanismo de equilibrio, la conciencia personal, de modo similar a como sirve para unirnos a nuestra familia, sirve también tanto para la supervivencia como para su opuesto, en ocasiones en las que determinados límites son transgredidos. En esas ocasiones conduce también a la muerte.

La conciencia personal se manifiesta, en cuanto al vínculo, como la separación con respecto a otros grupos, una separación que puede suponer conflictos graves, incluso la guerra.

En referencia a la necesidad de equilibrio, se expande hasta alcanzar la necesidad de equilibrio en cuanto a pérdidas y a ofensas mutuas, llegando incluso hasta la  venganza mortal, por ejemplo, la venganza con sangre.

La necesidad de expiación apunta en la misma dirección cuando, para expiar el sufrimiento y las pérdidas que causamos a otros, nos infligimos también a nosotros mismos sufrimiento, nos limitamos y no perjudicamos.

A este contexto pertenece también la expiación sustitutiva. Por ejemplo cuando un niño expía por los padres, pero también cuando la madre o el padre de un niño esperan que él expíe por ellos. Por ejemplo, cuando enferma o muere en lugar de ellos, como muchas veces observamos en Constelaciones Familiares. Sin embargo, eso acontece de manera inconsciente por ambos lados, pues aquí la conciencia colectiva también es importante.

Se trata siempre de un equilibrio que se opone a la vida y que perjudica o incluso sacrifica – por buena conciencia o por un sentimiento de inocencia. ¿A qué necesitamos prestar atención en las Constelaciones Familiares para que permanecer dentro de la conciencia personal que está al servicio de la vida? Necesitamos haber dejado atrás los límites de la diferenciación entre bueno y malo. Si en las Constelaciones Familiares permanecernos en la conciencia personal, por ejemplo cuando junto con el cliente rechazamos a otros, estaremos al servicio de la vida de manera limitada. En ese caso, igual que esa conciencia, estaremos por un lado al servicio de la vida y por el otro al servicio de la muerte.

Traducción del alemán al portugués por Tsuyuko Jinno-Spelter. Revisión: Wilma Costa G. Oliveira.
Traducción del portugués al español: Marly Aparecida Ferreira de Assis. Revisión: Teresa Muñoz Sebastián.
Adaptado de acuerdo con el articulo enviado por Bert Hellinger el día 10/10/2007.

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